Un especial
dedicado a los Jóvenes en la Revista Carrusel ELTIEMPO.COM
Encuentros como One Young World, en Londres, el año pasado, son una plataforma ideal para difundir el trabajo de los adolescentes colombianos. Buriticá fue uno de los líderes mundiales menores de 25 años invitados a contar sus experiencias de trabajo social frente a jóvenes de 192 países. "Afuera nos reconocen por eso. Lo increíble es que no nos la creemos ni somos conscientes de que fueron jóvenes quienes cambiaron la Constitución en el 91, con el movimiento de la Séptima papeleta", explica.
Realizado por Flor
Nadyne Millán, 23 de
Junio del 2011
Afecto, tiempo y capacidad para soñar son regalos de los
adolescentes a los más necesitados.
No superan los 25 años y muchos ya son veteranos en el
voluntariado social. No son niños genios, hijos de millonarios ni tampoco están
hechos de un material diferente, solo tienen despierta su sensibilidad social,
que los lleva a ponerse en los zapatos de quienes sufren, como lo hace Daniela
Moreno, de 14 años, que se estremece por la alegría que despiertan sus abrazos
en niños de 4 a 7 años y sin padres para abrazar. Ella hace parte de ese
batallón de adolescentes que está causando alto impacto social con sus acciones
solidarias.
Sí,
porque esta forma de ayudar sin remuneración salarial genera tal cambio
"que influye hasta en el Producto interno bruto de un país", sostiene
la socióloga Mónica Mendoza, del Instituto rosarista de acción social (Seres),
quien con un equipo interdisciplinario intentó medir su incidencia en la
economía nacional. "Pero aquí no existe un número ni siquiera aproximado
de los voluntarios jóvenes o adultos, porque escasea la información, aunque
hallaron que una de las interpretaciones es que al ser una actividad no paga,
el PIB aumenta porque, de cierto modo, representa un ahorro para el
Estado", dice. Lo cierto es que encontraron que en "Bogotá, Medellín
y Cali se concentra la acción voluntaria".
Esta
sangre nueva de líderes sociales genera pequeñas revoluciones y cambios
positivos, como lo hizo Carlos Santiago, que recuerda con satisfacción cómo con
apenas 21 años fue uno de los gestores en Facebook de la marcha mundial contra
el secuestro del 4 de febrero. Su actitud proactiva volcó a las calles a 13
millones de personas en 200 ciudades alrededor del mundo.
"Esa
sensibilidad social nace con todos, pero en algunos es necesario
reactivarla", repara Daniel Buriticá, ingeniero industrial, que a sus 25
años es un veterano en estas lides. Cuando tenía 19 fundó la Red colombiana de
jóvenes (Recojo), que hoy preside y agrupa a organizaciones de emprendimiento
social.
Volver a soñar
Encuentros como One Young World, en Londres, el año pasado, son una plataforma ideal para difundir el trabajo de los adolescentes colombianos. Buriticá fue uno de los líderes mundiales menores de 25 años invitados a contar sus experiencias de trabajo social frente a jóvenes de 192 países. "Afuera nos reconocen por eso. Lo increíble es que no nos la creemos ni somos conscientes de que fueron jóvenes quienes cambiaron la Constitución en el 91, con el movimiento de la Séptima papeleta", explica.
Esa
fiebre de voluntariado se contagia en casa. "Estudios en Irlanda han
confirmado que si los padres han sido voluntarios, la probabilidad de que sus
hijos lo repliquen, se incrementa", afirma Buriticá. Y es cierto. Luis
Fernando Alarcón, un fisioterapeuta y epidemiólogo ambiental boyacense de 23
años, es activista social inspirado en su mamá, una líder comunitaria. Él coordina
la Unión internacional de jóvenes por Colombia (Uijc) que por Internet divulga
el trabajo de otros líderes en lo social, medioambiental y político.
Alejandra
Ortiz, de 17 años, inspirada por su hermana mayor, rescata perros y gatos de la
calle en Tuna alta, zona montañosa de Suba. Con una pareja de estudiantes de
derecho lidera a través de Facebook una campaña para costear el tratamiento de
Rufo, un chow chow que sufre de cáncer en la boca. Su cruzada ha sensibilizado
a personas en Alemania y Estados Unidos, que han hecho contribuciones.
El
servicio social obligatorio en la secundaria permite también medir la fibra
social. "Y salir de la burbuja en la que vivimos", asegura Daniela
Moreno, que cursa séptimo grado en el Montessori en Bogotá. A ella le gustó
tanto la experiencia de enseñar inglés a niños víctimas de maltrato, protegidos
en el hogar San Mauricio, que pensó en "perder un logro con tal de
repetirla". Pero optó por no alejarse de ellos e invitar también a sus
padres y tíos a que los visiten.
Otros son
voluntarios no para cumplir un requisito escolar. Elkin Mora dona su tiempo y
afecto a la fundación sin ánimo de lucro Best Buddies Colombia, "que
cambia en la gente su percepción de la discapacidad cognitiva", dice. Como
él han pasado dos mil voluntarios interesados en cultivar amistades con
personas especiales como Emid, el amigo de alma de Elkin, y quien le ha
enseñado a "no creer en imposibles".
Los hay, también, que devuelven atenciones a quienes les sirven.
Estudiantes de primaria y bachillerato del Gimnasio los Andes buscan reunir 30
millones de pesos, que servirán de cuota inicial para la vivienda social de dos
trabajadores de servicios generales de la institución.
"Recogemos
2.500 pesos en el jean day, una vez al mes durante el año. No es obligatorio,
quien no pueda ayudar, ese día va en uniforme", cuenta Luis Pineda, el
personero de 16 años.
Para
Laura Páez, estudiante de ingeniería electrónica, ayudar es un deber moral de
la juventud "y más si tiene acceso a la educación, que en Colombia es un
privilegio", dice. Compartir conocimiento es su forma de voluntariado
predilecta, ella, gomosa empedernida de la robótica, enseñará su experiencia en
diseño de robots detectores de minas antipersona, proyecto que adelanta con la
Javeriana y que expondrá en el Campus Party en Corferias, "uno de los
pocos espacios que hay para que jóvenes colombianos se encuentren con gente de
otros países", apunta.
Bendita inspiración
Los
mentores son fundamentales para que el voluntario no pierda pasión y
compromiso. En el caso de Buriticá y otro puñado de jóvenes, la experiencia
inyectada por Pedro Medina, empresario social reconocido por su liderazgo en la
fundación Yo creo en Colombia fue determinante. "Y su acierto para enseñar
otra vez a soñar, una capacidad inherente a la raza humana, pero que escasea
hasta en los niños", dice Lina Núñez, emprendedora social.
Lo bueno
es que las recompensas por ayudar llegan cuando menos se esperan. Elkin y Emid
participarán en la conferencia internacional de Best Buddies en Indiana
(Estados Unidos), donde líderes de 53 países compartirán experiencias de
inclusión social. "Es el reconocimiento del trabajo de voluntarios de
colegios distritales con altos niveles de responsabilidad, sensibilidad y
liderazgo", explica Edwin Benavides, coordinador del programa.
Otras
veces puede quedar cierto sinsabor con esta labor, porque así el voluntario sea
un agente social de cambio, una golondrina no hace verano. Laura participó en
el programa Maestro por un día, de la Fundación telefónica Colombia, "y a
través de fichas de lego y hasta cepillos de dientes les enseñaba a profesores
cómo cautivar a sus alumnos para contrarrestar la deserción escolar".
Pero no todo depende de maestros y voluntarios. Esta tarea puede
resultar desalentadora, más si se tiene en cuenta que en Colombia, según el
Dane, más de un millón de menores entre 5 y 17 años trabajan en labores
peligrosas (agricultura, construcción, manufactura y ventas ambulantes) y otro
millón, en oficios del hogar.
A pesar
de los desencantos propios de la actividad, esta encauza vidas. Juan
Aristizábal recuerda cómo el asesinato de uno de sus compañeros de cruzada lo
movió a dedicarse de lleno a esta labor. "En lugar de llenar mi corazón de
odio o ponerme los audífonos de la indiferencia me impulsó a hacer parte de la
solución", recuerda. Con 21 años fue elegido como el emprendedor social
más joven en la historia de Ashoka, organización que distingue a líderes del
planeta por sus proyectos de alto impacto social, y de la que hace parte el premio
Nobel Muhammad Yunus.
Y ¿para
qué sirve ese título? "Para que todos los colombianos me utilicen",
lo dice en el mejor sentido de la palabra. Este pereirano, cofundador con Juan
Manuel Restrepo de la incubadora de emprendimiento Buena nota, visibiliza a
otros emprendedores, los asesora en gestión de negocios y pone en contacto con
posibles inversionistas en el país y en el extranjero. Haidy Duque, desplazada
de Montería hace 17 años por la violencia, es un ejemplo. Capacita mujeres que
sufren violencia intrafamiliar en sectores populares, como Usme, en el sur de
Bogotá, las enseña a adueñarse de su libertad. "Corona se alió con ella
para que mujeres en esta condición compren materiales de construcción a bajo
costo y puedan mejorar sus viviendas y vivir en condiciones dignas", dice.
De beneficiar a 700 mil personas en la capital del país, su experiencia se ha
extendido a siete ciudades.
Es
cierto, a veces en la tarea de servir se puede perder la inspiración y
"nos sentimos como pedaleando en una bicicleta estática, pero hay que
seguir. ¿Cómo? No dejando de pedalear. En el camino aparece la solución",
asegura Aristizábal.
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